

HOMENAJE
BIBLIOTECA-ARCHIVO JOSE LUIS ZUNINI
Incorporamos a nuestra Biblioteca la obra " ERÓTICA" de Gilles Néret, Editorial Taschen, Serie Icons, con una importante colección de reproducciones de arte erótico, y breves notas del autor, en inglés, francés y aleman.
En el volumen dedicado a los siglos XVII y XVIII se destascan los grabados correspondientes a ediciones alemanas del siglo XVIII de las obras de Sade.
En el volúmen I dedicado al "Siglo XX: De Rodin a Picasso", destacamos la serie de ilustraciones de las publicaciones de "Le Cuir Triomphant"; y en el volumen II las ilustraciones de "Historias de Querelle de Brest" de Jean Genet (1947) y varias páginas dedicadas a la obra de Tom of Finland, de la cual la editorial Taschen es una de sus principales divulgadoras.
Brian Ridley y Lyle Heeter
1979
(continúa)
Este mes de noviembre, en el que ahora nos encontramos, se cumplen 15 años de la desaparición del dibujante Tom de Finlandia.
Touko -que así se llamaba en realidad Tom de Finlandia- nació en 1920, junto al mar, en la costa sur de Finlandia, donde pasó sus primeros años, en medio de un mundo rudo y salvaje, junto a granjeros, leñadores, vaqueros, y otros auténticos hombres de “frontera”, solitarios e independientes, inseparables de aquel medio natural.
Su paso por las filas del ejército ruso en la II Guerra Mundial no hizo sino completar aquella visión con un contacto directo con ese otro mundo de pulsiones irrefrenables donde desahogar sus ensueños eróticos.
Tom creció entre estos hombres, entre machos símbolos de la virilidad, cuya atracción nunca podrá ya evitar y que tan hondamente impregnaron sus dibujos. De aquella etapa nunca olvidaría a “Urho”, aquel bellísimo granjero musculazo de bronceado perfecto, vecino de la infancia, al que espiaba –con un inconfesable deseo- memorizando cada flexión y contorsión de sus músculos poderosos, su malévola pero pícara expresión y, sobre todo, esa ya famosa sonrisa de labios sensuales.
Su ambiente familiar, en el que confluye el arte, la literatura y la música –de la mano de sus padres, maestros de profesión- ayudó decisivamente a modular y atemperar aquel sentimiento, afianzar su extraordinaria sensibilidad y convertirla en una manifestación artística poderosamente personal e inclasificable, como aquel mundo que le rodeó desde la juventud.
En 1939 comienza a estudiar publicidad en la Escuela de Artes de Helsinki. Su fascinación por el mundo masculino hace que su universo empiece a poblarse de tipos atractivos, de soberbios ejemplares varoniles que va encontrando al paso en los parques y callejones de la ciudad portuaria y cosmopolita en la que reside –obreros de la construcción, marineros, policías, moteros y los llamados hombres del cuero (“leather”)-. La Guerra mundial llena su cuaderno de soldados y oficiales, destacando especialmente esos irresistibles militares uniformados con los que frecuentaba el sexo en la oscuridad de los tensos y largos apagones ocasionados por los bombardeos.
Tras la II Guerra Mundial, Tom retoma sus estudios de arte, trabajando como ilustrador, pero también tocando el piano en salas y cafés nocturnos, lo que lo convierte en un habitante de la vida más bohemia y desenfadada de su ciudad. Viajero constante, suele frecuentar las “cruising áreas” de las ciudades y lugares por donde pasa, de donde toma muchos de sus personajes. Por fin, en 1953, conoce a “Veli”, el hombre con el que convivirá nada menos que durante 28 años.
En 1957 tuvo la feliz iniciativa de enviar algunos de sus dibujos homoeróticos a una popular revista americana de “músculos” (Physique Pictorial), aunque utilizando el pseudónimo de “Tom de Finlandia”, para evitar utilizar su difícil e impronunciable nombre finlandés (Touko Laaksonen).
Y tanto gustaron sus dibujos que el resto ya es historia.
A partir de aquel momento, deja escapar su imaginación y sus facultades artísticas, y dedica toda su atención a hacer realidad las fantasías homosexuales más salvajes, creando esos iconos del sexo homosexual más oculto y marginal -y por ello, más deseable- que con toda probabilidad jamás serán superados.
Se suceden importantes exposiciones por todo el mundo, convirtiéndose pronto en toda una celebridad gay internacional, junto a sus buenos amigos Etienne y Roberto Mapplethorpe.
La muerte de “Veli” su inseparable amante y compañero en 1981, y la terrible irrupción del SIDA en su más íntimo círculo de amigos, hacen mella en Tom, pero continúa trabajando.
A pesar de la soledad y de la amargura, de la proximidad de la muerte, Tom siempre seguiría dibujando, aún en los duros momentos en que la enfermedad y la medicación hacían que su mano temblara demasiado como para ejecutar un trabajo a la altura de su prestigio. Touko muere finalmente en Helsinki en 1991 a causa de un enfisema.
Sólo desde la perspectiva de estos quince años sin Tom de Finlandia -cuyo 15º aniversario se ha cumplido exactamente el pasado día 7 de noviembre-, alcanzamos a comprender la profunda huella que este increíble artista ha dejado en la sociedad homosexual.
Cuando Tom empezó a dibujar, el homosexual se identificaba más bien con cualquier respetable aspirante a convertirse en mujer o, a lo más, a imitarla. Treinta y cinco años después el homosexual se identifica, se personifica, sin embargo, en cualquier atractivo y varonil granjero, en el duro cargador o estibador del puerto, en un fornido marinero o policía o, sencillamente, en cualquier hombre símbolo de una poderosa y atrayente masculinidad.
La influencia de Tom en esa dirección no es ningún subproducto del arte. Desde el principio él se esforzó por mostrar con franqueza el mundo en que se inspiraba. Todo ello ayudó a forjar una imagen del homosexual asociada a la virilidad y la masculinidad de forma natural, en equivalencia con la de cualquier heterosexual. Por ello, debemos agradecer a Tom su inestimable contribución para crear un mundo en el que todos podamos ser más iguales.
Cuando le preguntaban a Tom si no se avergonzaba al mostrar en sus dibujos a hombres en aquellas actitudes provocativas, respondía, enfáticamente, diciendo lo siguiente: “Todos los días trabajo muy duro para asegurarme de que los hombres que dibujo practicando sexo sean verdaderamente el reflejo de personas que se sienten orgullosas y felices de lo que hacen”.
Gracias Tom. Te echamos de menos.
Jesús Flores
(continuación)
Saltando el paréntesis de la década de los 60, en la que la evolución hacia cambios culturales más radicales (como la generalizada desilusión con el orden social y moral, la tendencia cada vez mayor hacia la libertad personal y el énfasis sobre la expansión de la conciencia, añadido a la segunda ola del feminismo) dio lugar a una masculinidad afeminada y blanda, el final de la década vuelve sobre esta re-construcción del hombre masculino, esta vez a manos de la publicidad.
En 1964, la compañía tabacalera Philip Morris lanzaba sus anuncios de la marca Marlboro. Atractivo y dotado de rasgos faciales duros pero expresivos, el hombre de Marlboro decía a los varones que fumar y masculinidad madura eran compatibles.
Los anuncios de esta marca de tabaco iban muy en serio. Vistiendo ropa vaquera, un sombrero Stetson y a menudo sobre un caballo, este hombre solo en medio de una idealizada pradera invocaba la hombruna masculinidad de los westerns hollywoodienses así como la condición existencial de soledad del hombre moderno.
La ausencia de mujeres como refuerzo de una atmósfera viril es significativa de cómo dichos anuncios construyen un mundo exclusivamente masculino.
Sus posturas y proximidad mutua, al mismo tiempo que el subrayado de determinadas partes corporales, creaban un subtexto distintivamente homoerótico, ya que como Buchbinder: “los términos ‘heterosexual’ y ‘homosexual’ tienen sentido sólo en relación uno con otro, lo que sugiere que puede que haya una relación más estrecha entre homosexualidad masculina y masculinidad patriarcal de la que la mayoría de la gente en la cultura encontraría creíble o aceptable.” (132)
El mítico vaquero abarca todos los estereotipos masculinos que se resumen en uno: la búsqueda incesante de la virilidad por parte del hombre al confrontarse con otros hombres.
Lydia Flem, habla del placer que sienten los hombres cuando se hayan en un terreno que les es común y propiamente masculino: el del combate. El enfrentamiento no impide la virilidad de los sentimientos. Además la amistad entre hombres –con una cierta homosexualidad latente- refuerza la masculinidad, que se ve amenazada por la mirada femenina. En caso de conflicto, vencerá el deber de la solidaridad y el “corporativismo” masculinos, y el vaquero terminará buscando nuevas aventuras en solitario.
Continúa