sábado, 7 de abril de 2007

LEATHER Y MASCULINIDAD II

¡Yo quiero ser un macho man !
La “representación” camp de la masculinidad
en la identidad gay-leather

Alfonso Ceballos Muñoz
Publicado en Hartza

(continuación)


Saltando el paréntesis de la década de los 60, en la que la evolución hacia cambios culturales más radicales (como la generalizada desilusión con el orden social y moral, la tendencia cada vez mayor hacia la libertad personal y el énfasis sobre la expansión de la conciencia, añadido a la segunda ola del feminismo) dio lugar a una masculinidad afeminada y blanda, el final de la década vuelve sobre esta re-construcción del hombre masculino, esta vez a manos de la publicidad.

En 1964, la compañía tabacalera Philip Morris lanzaba sus anuncios de la marca Marlboro. Atractivo y dotado de rasgos faciales duros pero expresivos, el hombre de Marlboro decía a los varones que fumar y masculinidad madura eran compatibles.

Los anuncios de esta marca de tabaco iban muy en serio. Vistiendo ropa vaquera, un sombrero Stetson y a menudo sobre un caballo, este hombre solo en medio de una idealizada pradera invocaba la hombruna masculinidad de los westerns hollywoodienses así como la condición existencial de soledad del hombre moderno.

La ausencia de mujeres como refuerzo de una atmósfera viril es significativa de cómo dichos anuncios construyen un mundo exclusivamente masculino.

Sus posturas y proximidad mutua, al mismo tiempo que el subrayado de determinadas partes corporales, creaban un subtexto distintivamente homoerótico, ya que como Buchbinder: “los términos ‘heterosexual’ y ‘homosexual’ tienen sentido sólo en relación uno con otro, lo que sugiere que puede que haya una relación más estrecha entre homosexualidad masculina y masculinidad patriarcal de la que la mayoría de la gente en la cultura encontraría creíble o aceptable.” (132)

El mítico vaquero abarca todos los estereotipos masculinos que se resumen en uno: la búsqueda incesante de la virilidad por parte del hombre al confrontarse con otros hombres.

Lydia Flem, habla del placer que sienten los hombres cuando se hayan en un terreno que les es común y propiamente masculino: el del combate. El enfrentamiento no impide la virilidad de los sentimientos. Además la amistad entre hombres –con una cierta homosexualidad latente- refuerza la masculinidad, que se ve amenazada por la mirada femenina. En caso de conflicto, vencerá el deber de la solidaridad y el “corporativismo” masculinos, y el vaquero terminará buscando nuevas aventuras en solitario.

Continúa